Angélica Gorodischer: "Leer es adueñarse del mundo"
La escritora rosarina recibió el Gran Premio a la Trayectoria Artística del Fondo Nacional de las Artes por su aporte a la cultura argentina.
FUENTE: Fondo Nacional de las Artes
Angélica Gorodischer se reconoce a sí misma como rosarina aunque nació en Buenos Aires el 28 de julio de 1928. Es considerada una de las voces femeninas más importantes dentro de la ciencia ficción en Iberoamérica pero no le gusta que la encasillen dentro de ese género: “Yo me presento así: yo escribo. Escribo narrativa. Tal como me lo propuse cuando era chica, escribo cosas maravillas a la gente. Creo que he venido al mundo a escribir”, afirma.
Confiesa que su primer juguete fueron los libros. Empezó a leer desde muy pequeña (láminas Billiken con peces del Río Paraná) y, aunque no recuerda quién le enseñó, tempranamente se dio cuenta -a los siete años mientras leía Las minas del Rey Salomón- de que quería ser escritora: “Sacaba un libro y leía. A veces no entendía, pero no me importaba nada; la cuestión casi de aventura era leer, descifrar lo que había en ese libro. La cuestión era adueñarse del mundo”, cuenta.
Entre sus primeras lecturas se encuentran El Capullo Rojo y Los Colosos Antiguos y Modernos: tan cruciales en su vida como la lectura de Jorge Luis Borges y Honoré de Balzac. “De ahí pasé a los libros que debía leer y a los libros que no podía leer”. También reconoce entre sus influencias las Crónicas marcianas de Ray Bradbury y libros de autores extranjeros como Philip Dick, Isaac Asimov y Julio Verne, entre otros. “La lectura es el aire que uno respira”, asegura y agrega que "leer es adueñarse del mundo". Le interesan la imaginación, no la realidad, y lo que pasa alrededor: "Del entorno tomo poco, lo menos posible. Prefiero imaginarme todo", dice.
En 1964, un jurado integrado, entre otros, por Rodolfo Walsh, premió el cuento “En Verano, a la siesta y con Martina”, que Angélica había enviado al III Concurso de Cuentos Policiales de la revista Vea y Lea. Un año después ganó el Premio Club del Orden de Santa Fe y editó su primer libro, Cuentos con soldados. Tras los dos siguientes, Opus dos y Las pelucas, llegó la ciencia ficción, con títulos insoslayables como Bajo las jubeas en flor, Casta luna electrónica, Trafalgar y Kalpa Imperial (publicada en 1983; recibió un premio en el Festival Imaginales de Mundos Imaginarios en 2018). Tanto sus relatos como sus novelas le han ganado la admiración de los lectores. En 2003 se publicó la traducción al inglés de Kalpa Imperial realizada por Ursula K. Le Guin, máxima figura femenina de la ciencia ficción anglosajona con quien Angélica mantuvo una relación de amistad e influencia mutua.
Aunque es feminista, no le interesa la idea de la mujer víctima en la literatura. A partir de Trafalgar y Bajo las jubeas en flor, sus personajes femeninos no son víctimas sino mujeres valientes. Frente a su escritorio, en una de las bibliotecas amuradas a la pared, un cartelito amarillo dice: “EL FUTURO ES MUJER”. En la década del 80, Angélica Gorodischer pasó de la ciencia ficción a las historias fantásticas protagonizadas por mujeres. Mujeres transgresoras, mujeres detectives, mujeres que aman, odian, matan y mueren: “Yo tenía todas esas preocupaciones juntas. La cosa fantástica y las posiciones de las mujeres en la sociedad. Siempre fueron dos carriles por los cuales yo seguí. Así que tuve que ocuparme de los dos. Yo trabajo por los derechos humanos desde el lado del feminismo”, cuenta.
Por su trabajo en defensa de los derechos de la mujer, la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos le otorgó en 1996 el premio Dignidad. Su labor se extendió a los grupos de reflexión sobre la escritura y a la organización de los Congresos Internacionales de Escritoras en Rosario, en 1998 y 2000. Ese recorrido, según Mempo Giardinelli, la ubicó en “una posición ética inusual en la literatura de nuestro país”.
El lunes 17 de diciembre de 2018, en el Teatro Cervantes, Gorodischer recibió el Gran Premio a la Trayectoria Artística. Se trata del máximo reconocimiento que otorga el FNA y que se empezó a entregar en 1963, cuando el ganador fue Jorge Luis Borges.