compartir +

García Lorca El poeta andaluz y la diosa Fama

Palabra de Lorca reúne por primera vez la totalidad de las entrevistas del poeta y dramaturgo español, junto a declaraciones dispersas y documentos inéditos. 

 

FUENTE: Revista Ñ / Por  Sofía Traballi (14/07/2018)

 

Entre 1933 y 1934 Federico García Lorca visita Buenos Aires y Montevideo. Su presencia en costas rioplatenses provoca un gran revuelo publicitario. El poeta y dramaturgo firma autógrafos, da conferencias, va a una peña, toca el piano y hasta aprende a cebar mate. Asiste a la representación de Bodas de sangre, protagonizada por Lola Membrives. Posa para los fotógrafos junto a la gran actriz; el estallido del magnesio lo deslumbra, lo eterniza en un gesto reservado. Él se presta al juego, pero no se siente como pez en el agua. Por eso, cada vez que puede procura escapar del asedio mediático. Varios periodistas dan fe: cuando Lorca se escabulle resulta muy difícil encontrarlo.

 

En su actitud hay timidez, aunque también una gran desconfianza hacia la prensa. Sobre todo si se trata de dar entrevistas, pues en ellas suele ver tergiversadas sus expresiones, distorsionada su imagen en una estampa gitanesca e infantil con la que no se identifica. Vicisitudes de la exposición pública: es sabido que la diosa Fama (a quien los griegos llamaban Feme), encargada desde tiempos antiguos de divulgar las hazañas de los mortales, cuando habla de ellos o recoge sus dichos no siempre es del todo exacta.

 

“Usted no escriba fantasías”, le advierte el poeta a un periodista. Frente a otro se queja: “En las entrevistas siempre me hace el efecto de que es una caricatura mía la que habla, no yo”. Se inquieta si el reportero toma apuntes, y más aún si no los toma. Pero a pesar de las reticencias, el halago de la diosa lo complace. En su casa de Madrid colecciona amorosamente los recortes de cada una de sus apariciones en diarios y revistas. Y una y otra vez, vuelve a dialogar con la prensa.

 

En efecto, de 1922 a 1936 Lorca concede más de cien entrevistas para medios gráficos de España, Argentina, Uruguay, Italia y Francia. Esta textualidad dispersa se halla hoy reunida en Palabra de Lorca, recopilación a cargo del poeta y editor Rafael Inglada, en colaboración con el periodista Víctor Fernández. El volumen incluye también declaraciones de amigos y conocidos del escritor en las que estos rememoran conversaciones con él, y un nutrido repertorio de fotografías, muchas desconocidas hasta la fecha.

 

Cabe destacar que Inglada incorpora numerosos reportajes que no aparecen en la obra completa de Lorca, al tiempo que recupera versiones íntegras y originales de todos aquellos que en anteriores ediciones de los textos lorquianos fueron publicados con errores o pasajes suprimidos. La compilación constituye, asimismo, una excelente oportunidad para adentrarse en la cultura popular de los años ‘20 y ‘30, época en que la entrevista literaria alcanza su madurez en el mundo hispánico.

 

Si el objetivo de Inglada es “restaurar la voz de Federico García Lorca”, la lectura de los reportajes suscita la pregunta: ¿hasta qué punto estamos realmente frente a su voz? Sabemos que una entrevista no es una cita textual, sino más bien, como afirma el hispanista Christopher Maurer en el prólogo al libro, un montaje con omisiones y añadidos, un simulacro con fingida espontaneidad. No obstante, más allá del estilo particular y de la reelaboración discursiva operada por cada entrevistador, llegamos a reconocer la voz de Lorca, su palabra entusiasta y a la vez reflexiva, jaspeada de contradicciones y propensa a la digresión, imposible de someter al estrecho corsé de una lista de preguntas.

 

Entrevistado en un bar, en un cuarto de hotel o en un barco, el autor de Romancero gitano recorre los temas más variados: su infancia de niño rico en la Vega de Granada, su profunda amistad con Salvador Dalí y Manuel de Falla, y los años como director del grupo teatral estudiantil La Barraca, con el que llevó a todos los rincones de España obras de Lope de Vega, Cervantes, Calderón de la Barca.

 

Habla de su trabajo y sus referentes literarios; responde a sus críticos y se explaya en materia de poesía, dramaturgia y política. Algunos de esos diálogos permiten vislumbrar sus transformaciones como artista; otros, su concepción del amor y la sexualidad, sus obsesiones y sus miedos. Lorca es elogioso al referirse a otros jóvenes poetas de su generación (entre ellos Alberti, Cernuda, Aleixandre), ácido cuando opina acerca de Azorín o Valle-Inclán, feroz si le preguntan por el teatro español de su época: “prostituido por la burguesía”, “hecho por puercos y para puercos”.

 

Diversas entrevistas dan cuenta de sus experiencias como viajero: su visita a Cuba y su visión espeluznada de Nueva York, ciudad monstruosa de máquinas y subhombres uncidos al yugo de un capitalismo salvaje. En Argentina descubre la pampa, “el terror de la extensión, de lo verde sin límites”, y en Uruguay deja de sentirse extranjero para encontrar una segunda patria. El testimonio del escritor Rafael Martínez Nadal revela al Lorca de sus últimos días. Corre julio de 1936: alarmado por la situación política de España, y como un lúcido augurio de lo que vendrá, el poeta le dice a su interlocutor: “estos campos se van a llenar de muertos”. Apenas un mes más tarde, tras regresar a Granada, él mismo será detenido y asesinado por el ejército franquista.

 

Palabra de Lorca puede leerse como el legado autobiográfico y oral del gran escritor andaluz, un delicioso retrato de sí mismo que permite asistir a los avatares de su vida y su trayectoria artística, al tiempo que propicia nuevas lecturas y aproximaciones en torno a su obra literaria.

 

Lorca de viva voz, palabra efímera, que cristaliza en la interviú y el testimonio. Palabra del poeta que afirmaba estar “cansado de ser personaje”, pero se divertía recibiendo a los periodistas en bata. Que decía estar siempre alegre, aunque sintiera que la muerte lo rondaba. Para él, el arte era un juego y una necesidad vital. La fama, el reverso de esa moneda, “el tributo al éxito que los autores hemos de pagar”. Una “frivolidad” que también disfrutaba, cada vez que sumaba a su colección de recortes la crítica de su último estreno, o una entrevista más.

 

Palabra de Lorca, Federico García Lorca. Malpaso, 606 págs.