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Dos lenguas, ninguna imposición

“ El 90% de los pibes que nombramos como ‘chinos’ en realidad son argentinos. Son hijos de migrantes. O sea, son argentinos de primera generación”, resalta Adrián Rivadeneira, secretario de la Escuela Primaria Bilingüe de Jornada Completa N° 28 de Parque Patricios.

 

FUENTE: Le Monde Diplomatique / Por  Mónica Deschner y Adrián Rivadeneira (07/07/2018)

 

Aunque esta escuela aún no tiene definido su nombre, en la puerta hay un cartel de madera que dice “argentino-china”. La institución, creada en 2015, lleva adelante un proyecto piloto basado en un formato pedagógico de inmersión dual. Según explica este docente, “en cada grado, la mitad de chicos son sinoparlantes, o sea, su lengua materna es chino; y la otra mitad son hispanoparlantes”. El objetivo de este equilibrio entre hispano y sinoparlantes es que ninguna de las dos lenguas se imponga por sobre la otra. “Las clases de cada materia –desarrolla Rivadeneira– las llevan adelante dos docentes: una habla español y la otra, chino. La idea no es que una traduzca a la otra. Por ejemplo, si el tema de la clase tiene que ver con las aves, la maestra que habla español explica la adaptación del pico y las patas para su tipo de alimentación y la que habla chino expone sobre el color de su plumaje de acuerdo con el follaje de la región.” Si la teoría del proyecto piloto funcionara de manera óptima, cada alumno se alfabetizaría en su lengua materna al tiempo que iría incorporando una segunda lengua.

 

En marzo de este año, la escuela abrió su segundo ciclo educativo: empezó a funcionar su cuarto grado. Hay dos secciones por grado con un promedio de 26 alumnos por salón. En total, unos 230 alumnos. Mónica Deschner es la directora desde junio de 2017 y, aunque no lleva demasiado tiempo en la institución, intenta hacer un balance del proyecto de inmersión dual: “Veo que a los hispanos les cuesta muchísimo el chino. No así a la inversa, los chicos chinos aprenden muchísimo más rápido el español”. La explicación que los docentes le encuentran a este hecho suena bastante lógica: mientras los sinoparlantes están inmersos todos los días de sus vidas en una sociedad regida por el español, los hispanoparlantes solo tienen contacto con el chino en el momento en que están en la escuela. “El entorno alfabético ayuda a los sinoparlantes, porque escuchan hablar en español todo el tiempo y en la calle los carteles están en español”, razona Rivadeneira.

 

Con el andar de la institución, se diseñaron estrategias para reducir la desigualdad en el aprendizaje de la segunda lengua. Por eso, algunas horas a la semana los niños sinoparlantes de las secciones A y B tienen clases con una maestra que da las clases en español y los hipanoparlantes, con otra que da clases en chino. Los días para estos intercambios están estrictamente fijados en una cartelera de la Dirección. De esta manera, se busca reforzar el aprendizaje de la segunda lengua. “Cuando están todos los hispanos con maestras chinas se sueltan un poco más para empezar a preguntar en chino y no solo a responder”, se entusiasma Rivadeneira.

 

Tampoco es sencillo conseguir personas idóneas que puedan dar clases en chino. “Una particularidad de la escuela es que cuando se conformó no había docentes sinoparlantes para cubrir la jornada completa –cuenta Deschner–. Las hispanohablantes son maestras comunes como nosotros. Solo una de las docentes que enseña chino, y que está en el equipo de coordinación, es maestra con título docente. El resto ingresó por el Artículo 66 del Estatuto Docente.” O sea, están en el cargo porque demuestran idoneidad y no por tener un título habilitante.

 

Muchas de las familias chinas que llevan a sus hijos a la Escuela N° 28 tienen comercios en Once. En general, se trata de bazares y jugueterías que venden artículos importados. El 80% de los alumnos sinoparlantes viven en Once y Congreso. Contra cualquier prejuicio, Rivadeneira aclara que ni un solo chico viene del barrio chino. La otra mitad de la matrícula proviene de barrios cercanos a la escuela: Parque Patricios, Pompeya y Barracas.

 

La escuela, cuenta Deschner, tiene la asistencia técnica de un equipo de idioma chino que depende de la Gerencia Operativa de Lenguas en la Educación (GOLE). “Es un equipo formado por cuatro personas –dice–. Vienen una vez a la semana, los miércoles. Dos de las profesionales asesoran a los docentes. Después está la coordinadora del equipo y otra persona que hace un asesoramiento general. No es fácil el trabajo en pareja pedagógica.” Además, las docentes sinoparlantes lograron armar un cuaderno de contenidos escolares para primer y segundo grado. De acuerdo con Rivadeneira, no existía un manual de chino que se ajustara a las necesidades de los estudiantes hispanoparlantes.

 

“Acá el niño sinoparlante no es el ‘chino’ de la escuela, no es un migrante aislado. Es la mitad del colectivo que está en esta institución. El 50% de los pibes y de los docentes son chinos. Para el chico es mucho más fácil”, argumenta el secretario. Los docentes que llevan adelante el proyecto tuvieron sus primeras conquistas. Niños con ojos más y menos rasgados comparten una gran mesa para seis en el aula y juegan juntos en los recreos. En la agenda de actos escolares, además, se contemplan el Festival de Medio Otoño y el del Bote Dragón.

 

D.H.